Sol

Como todas las mañanas abrí los ojos, me senté estirando mi espalda en la cama y miré a través de la ventana.
Como todas las mañanas, el mundo era gris, oscuro, triste. Pero un rayo de sol comenzó a asomarse hacia el oeste. Hacía mucho que no veía el sol.
Me vestí, desayuné y salí hacia la calle. Ahí estaba. El mundo constantemente oscilante.
Caminé pensando en cosas que habían pasado y no me daba cuenta que en ese momento, alguien avanzaba a mi lado.
Levanté la vista y me encontré con mi rostro. Me regalaba una sonrisa que no podía descifrar.
Quise estirar mi mano, tocar mi piel en ese rostro sin cuerpo. Pero no podía. Me miró a los ojos, profundamente y después señaló hacia adelante con su mirada pura.
Quedé en suspenso un instante, hasta que todo desapareció. Por momentos pensé que había sido solo producto de mi imaginación. Pero miré hacia adelante, y de golpe, había más de un rayo de sol.
Continué mi camino. No sabía para donde ir. Ya no sabía demasiado de mi.
Me detuve bajo la sombra de un árbol y pensé. Pero solo mi cabeza me llevaba hacia situaciones del pasado donde me lastimaba el alma, cada minuto más.
Recordé todas las actitudes que realicé y me di cuenta de que no debían ser las cosas así.
Comencé a preguntarme que era lo que quería hacer, si era correcto lo que ya estaba haciendo.
Los pensamientos sobre el pasado volvían a acosarme y me levanté, enojada, hastiada.
Me dije que tenía que parar. ¿Había forma de volver el tiempo atrás? No. ¿Entonces debía seguir preocupándome? No, no debía. Las cosas habían pasado y tenía unas dos opciones por lo que podía ver: Olvidarlas, aprender de las cosas malas y guardar para siempre todos los buenos recuerdos. Seguir lastimando mi corazón y mi cabeza con malos recuerdos.
Elegí la primer opción, y comencé a sentir como mi corazón se liberaba.
El día pasó y la noche ya no fue tan dura.
A la mañana siguiente, comencé a ver muchos más rayos de sol. Y mi cabeza, que ahora solo tenía pensamientos del presente comenzó a enseñarme algunas cosas. Más que a enseñarme a recordármelas.
Volví a descubrir que existían los límites. Límites entre mi vida y la de los demás. Ese límite me enseñaba a que no puedo pretender cambiar a una persona. Ese límite me enseñaba que había diferencias, virtudes, defectos entre los demás y yo. Y que no se podía uno entrometer en la vida de los demás, y los otros no tenían porque entrometerse en la mía. Uno podía aconsejar, opinar, etc. pero es la otra persona, la que puede aceptar o no lo que recibe. No podía obligar a alguien a hacerlo.
También recordé, que cada persona puede caerte bien o caerte mal. Pero es solo problemas de simpatía o química o como uno quiera llamarlo. Entonces ¿debía preocuparme por caerle mal a alguien? No, la verdad que no. Ni siquiera hacer el intento. Es imposible caerle bien a todo el mundo. ¿Debía gastar preciados minutos de mi tiempo hablando de lo que esa persona hace bien o hace mal? No, la verdad que tampoco.
Entonces, cerré mis labios y comencé a aceptar las verdades que ahora la vida me estaba entregando.
Descubrí mi meta, comencé a vivir por ella.
Descubrí mis sueños, comencé a intentar hasta lo imposible para realizarlos.
Descubrí mi mente, abracé su conocimiento.
Descubrí el tiempo, el cual es preciado aunque eterno para el mundo. Cada minuto vale la pena. Si lo pierdo, es por error mío. Si dejo que los demás me hagan perder el tiempo es mi culpa. Mi tiempo es mío.
Comencé a volver al exterior. Relacionarme con la gente. Intentar avanzar.
Todo cambió enormemente.
La tristeza no invadió mas mi corazón. Y si lo hace, ahora estoy lista para recibirla.
Los recuerdos solo son buenos.
Y los momentos son sensaciones vividas.
Las sonrisas ya no son falsas.
Las personas que me acompañan son solo aquellas que quiero que me acompañen. Con sus defectos y sus virtudes.
Antes de mentirme a mi misma y ser hipócrita con los demás prefiero alejarme.
Antes que nada, prefiero la vida.

La vida no tiene porque ser un mundo completamente rosa. No tiene porque tener todas cosas buenas. Siempre van a existir obstáculos en el camino.
Pero ahora, mi vida está en mis manos. Es mía, voy a vivirla como yo quiera hacerlo.
Y mi pasado es mi pasado. Y las cosas de las que no hablo, son porque no son importantes o porque forman parte del pasado.

Ahora, todos los días, el sol brilla para mi. Muchas veces intenso, muchas veces apagado. Pero está ahí. Cada segundo cuenta en el curso del sol. Incluso la luna entrega su calor. Ahora, no hay una mirada hacia atrás, porque la verdad, solo está ahí para definirnos el hoy y proyectar el mañana.

Ya de este tema, no se escribe más. :P

Lore!

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